Cuando en 1848 el misionero alemán Johannes Rebmann informó sobre la existencia de una solitaria montaña situada en plena selva africana y coronada de nieve, los geógrafos de la Royal Geographical Society de Londres no pudieron menos que manifestar su completo escepticismo ante tan insólito hecho.
Sería en 1862 cuando las primeras expediciones científicas de exploración pudieron verificar la existencia de los glaciares en la cima y desde entonces, “las nieves del Kilimanjaro” han sido parte fundamental del mito y poder de atracción de esta montaña.
Siglo y medio después, todo parece indicar que este hecho tan singular tiene los días contados. Los primeros mapas de los glaciares elaborados en 1912 cifraban la extensión del hielo en 12,1 kilómetros cuadrados, cifra que se reduce en la actualidad a menos de 2,2 kilómetros cuadrados según el estudio del año 2000 de la Universidad Estatal de Ohio.
Las imágenes comparativas de la Nasa de los años 1993 y 2000, las fotografías de Alex Majoli de 2005 o el atlas de África publicado en 2008 por el Programa de Naciones Unidas para el Medio Ambiente, ratifican a la vista de todos la dismunición de la superficie helada.
El Kilimanjaro en febrero de 1993:
El Kilimanjaro en febrero de 2000:
Con todo, no hay acuerdo científico sobre las causas de la desaparición de las nieves del Kilimanjaro. Si bien los primeros informes lo achacaban al calentamiento global del planeta algunos investigadores lo relacionan con otras causas, como las menores precipitaciones en la zona o la forma vertical del borde del hielo.
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